UN CURSO DE MILAGROS (II)
Lo que la percepción ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del perceptor.
Esto da lugar a un mundo de ilusiones, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real. Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la percepción, queda atrapado en un sueño. No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño.
Dios nos ha dado la Respuesta, el único Medio de escape, el verdadero Ayudante (se refiere al Espíritu Santo).
La función de Su Voz— o Espíritu Santo—es mediar entre los dos mundos. El Espíritu Santo puede hacer eso porque, si bien una parte conoce la verdad, reconoce también nuestras ilusiones, aunque no cree en ellas.
El objetivo del Espíritu Santo es ayudarnos a escapar del mundo de los sueños, enseñándonos cómo cambiar nuestra manera de pensar y cómo corregir nuestros errores. El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíritu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera de pensar. El Curso, no obstante, ofrece su propia definición de lo que en realidad es el perdón, así como también de lo que es el mundo.
El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes.
“La proyección da lugar a la percepción” (Texto, capítulo 21). Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros tal como lo vemos. (Veremos que esto que está explicando aquí lo desarrollaremos a lo largo del tiempo, cuando dice:) Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver.
Hacemos que sea real mediante las interpretaciones que hacemos de lo que estamos viendo. Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores – nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste – veremos un mundo lleno de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación. Tenemos que aprender a perdonar todo esto, no porque al hacerlo seamos “buenos” o “caritativos”, sino porque lo que vemos no es real.
Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí. A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores de percepción, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a “perdonarlos”. Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos, y ver el Ser que Dios creó en nosotros, como nosotros. El pecado se define como una “falta de amor” (Texto, capítulo 1; subcapítulo IV). Puesto que lo único que existe es el amor, para el Espíritu Santo el pecado no es otra cosa que un error que necesita corrección, en vez de algo perverso que merece castigo. Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incompletos procede del gran valor que le hemos otorgado al “principio de la escasez” el cual rige al mundo de las ilusiones.
Amamos” a otro con el objeto de ver qué podemos obtener de él. De hecho, a esto es a lo que en el mundo de los sueños se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor es incapaz de exigir nada. Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido, ningún hombre lo puede desunir (Texto, capítulo 17, subcapítulo III).
No obstante, la verdadera unión, que nunca se perdió, sólo es posible en el nivel de la Mente de Cristo. El “pequeño yo” procura engrandecerse obteniendo del mundo externo aceptación, posesiones y “amor.
El Ser que Dios creó no necesita nada. Está eternamente a salvo y es eternamente íntegro, amado y amoroso. Busca compartir en vez de obtener; extender en vez de proyectar. No tiene necesidades de ninguna clase y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes de su propia abundancia.
Las relaciones especiales que se establecen en el mundo son destructivas, egoístas e “infantilmente” egocéntricas. Mas si se le entregan al Espíritu Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la tierra: en los milagros que señalan el camino de retorno al Cielo. El mundo utiliza las relaciones especiales como el último recurso en favor de la exclusión y como una prueba de la realidad de la separación. El Espíritu Santo las transforma en perfectas lecciones de perdón y las utiliza como un medio para despertarnos del sueño. Cada una representa una oportunidad de sanar nuestras percepciones y de corregir nuestros errores.
Cada una (cada relación) es una nueva oportunidad de perdonarnos a nosotros mismos, perdonando a otros. Y cada una viene a ser una invitación más al Espíritu Santo y al recuerdo de Dios. La percepción es una función del cuerpo y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia.
La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene. El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, más en realidad sólo responde a las intenciones de la mente.
. Si la mente lo utiliza para atacar, ( por ejemplo, seducir a otros, manipular a otros ) sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunicación con otros—invulnerable mientras se le necesite—que luego sencillamente se le descarta cuando deja de ser necesario.(o lo que llamamos muerte) De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija. Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo.
De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija. Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de separación y amor en vez de miedo. Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es la comunicación a través de la Voz que habla en favor de Dios, el Espíritu Santo, Quien mora en cada uno de nosotros. Su Voz nos parece distante y difícil de oír porque el ego, que habla en favor del yo falso y separado, parece hablar a voz en grito. Sin embargo, es todo lo contrario.
El Espíritu Santo habla con una claridad inequívoca y ejerce una atracción irresistible. Nadie puede ser sordo a Sus mensajes de liberación y esperanza, a no ser que elija identificarse con el cuerpo, y nadie puede dejar de aceptar jubilosamente la visión de Cristo a cambio de la miserable imagen que tiene de sí mismo.
La visión de Cristo es el don del Espíritu Santo, la alternativa que Dios nos ha dado contra la ilusión de la separación y la creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad y la muerte. Es la única corrección para todos los errores de percepción: la reconciliación de los aparentes opuestos en los que se basa este mundo. Su benévola luz muestra todas las cosas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensamiento que resulta del conocimiento y haciendo que el retorno a Dios no sólo sea posible, sino inevitable. Lo que antes se consideraba una injusticia que alguien cometió contra otro, se convierte ahora en una petición de ayuda y de unión. El pecado, la enfermedad y el ataque se consideran ahora percepciones falsas que claman por el remedio que procede de la ternura y del amor. Las defensas se abandonan porque donde no hay ataque no hay necesidad de ellas. Las necesidades de nuestros hermanos se vuelven las nuestras, porque son nuestros compañeros en la jornada de regreso a Dios. Sin nosotros, ellos perderían el rumbo. Sin ellos, nosotros jamás podríamos encontrar el nuestro.
El perdón es algo desconocido en el Cielo, donde es inconcebible que se pudiese necesitar.
. En este mundo, no obstante, el perdón es una corrección necesaria para todos los errores que hemos cometido. Perdonar a otros es la única manera en que nosotros mismos podemos ser perdonados (por nosotros mismos), ya que refleja la ley celestial según la cual dar es lo mismo que recibir. El Cielo es el estado natural de todos los Hijos de Dios tal como Él los creó. Ésa es su realidad eternamente, la cual no ha cambiado porque nos hayamos olvidado de ella. El perdón es el medio que nos permitirá recordar. Mediante el perdón cambiamos la manera de pensar del mundo. El mundo perdonado se convierte en el umbral del Cielo porque mediante su misericordia podemos finalmente perdonarnos a nosotros mismos. Al no mantener a nadie prisionero de la culpa,nos liberamos.
Al reconocer a Cristo en todos nuestros hermanos, reconocemos Su Presencia en nosotros mismos. Al olvidar todas nuestras percepciones erróneas, y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos recordar a Dios. El aprendizaje no nos puede llevar más allá de eso. Cuando estemos listos, Dios Mismo dará el último paso que nos conducirá de regreso a Él.
Y aquí finaliza el prefacio que como podéis observar nos proporciona una información bastante amplio de lo que va a ser el contenido de la obra qué definitivamente consiste en un método de inversión del pensamiento es decir todo lo que hasta ahora comprendemos como verdadero lo acabaremos comprendiendo cómo falso es decir como una ilusión y nos acabaremos dando cuenta de que toda interacción con los demás procede el concepto del yo que hemos elaborado a partir del sistema de pensamiento del ego,Que se forjó a través de la idea de la separación qu en realidad nunca sucedió, aunque nosotros creemos que sí, nos olvidamos de reír y fue el origen de nuestro descenso a la densidad de la materia tal y como describe más arriba .
Os adjunto también el audio “El proceso de la separación” en el que el trabajo de Andrés Rodríguez describe minuciosamente cómo fue sucediendo y podremos comprender las consecuencias que ha tenido esa ilusión de la separación que en realidad nunca sucedió.
https://www.menteuno.com/audios/31—el-proceso-de-la-separacion-%2819-12-17%29-16